Porno en la sala

O Centro do Sexo

17.11.2021

Pff Viena: notas de un festival de cine independiente.

Octubre 2021: nos fuimos al Festival de Cine Porno de Viena. Algunas personas a las que les contamos se rieron, con otras compartimos las expectativas. A otro tanto (trabajo y xadres) no les contamos. O les contamos a medias, e inventamos amigues y motivos por los cuales estábamos tan entusiasmadas con viajar a Viena, una ciudad que hasta ese momento no nos había llamado en lo más mínimo.

¿Qué fuimos a hacer realmente a Viena? Hace años que el porno nos convoca, y desde que sabemos que existen estos festivales queremos ir a uno. Vimos la convocatoria para voluntaries y no la dudamos: libre acceso a muchas películas y actividades, conocer gente, vivirlo desde adentro. Miramos varias veces el programa, encontramos cosas que conocíamos y otras que no, e hicimos nuestra selección de proyecciones: Urban Smut, la última película de un colectivo alemán que nos encanta; Ediy Brazilian Porn Shorts, 9 cortos de una productora brasileña de porno desviante; Masturbation y Queer Porn Shorts, elegidos simplemente por el título.

Cuando decimos que nos interesa el porno, deberíamos hacer antes una aclaración: el porno, como tal, no existe, sino que hay distintos modos de entender y de hacer pornografía. A grandes rasgos, está el porno mainstream –ese de los tubes gratuitos, de fácil acceso y con el que posiblemente muches tropezamos en algún momento; el pos(t)porno, un movimiento que se acerca más a la performance política y a la apropiación del espacio público; y el porno feminista, indie, ético o alternativo, un porno que rompe con ciertos criterios de producción y distribución de la industria y busca ampliar la representación de los cuerpos y prácticas.

De este último se tratan sobre todo estos festivales, tanto el de Viena como los de San Francisco, Santiago de Chile, Berlín, Atenas, por mencionar algunos. En estas producciones todo trabajo es colectivo-autogestivo y/o pago, existe un acuerdo en torno a las prácticas que se van a realizar y dónde se va a reproducir y distribuir el material. Lejos de la coreografía repetida de la penetración, el primer plano y el cumshot, estos sexos no siempre están guionados –y si lo están, son flexibles a los cambios y las ganas de les participantes al momento de la filmación–. Está fuera de discusión el abuso y la explotación sexual de quienes participan, porque es un espacio en donde el trabajo sexual es trabajo, y sucede lo mismo que (debiera suceder) en todos los ámbitos laborales: horarios pautados, condiciones claras, cuidado de la salud y el bienestar, etc.

Todo esto no es (sólo) detrás de escena, sino que muchas veces hasta forma parte de la película y constituye una instancia erótica, tanto para quienes lo hacen como para quienes miramos. Por ejemplo, en los primeros minutos de We are the fucking world (Olympe de G./Erika Lust) se muestra una ronda en donde perforrmers comparten sus expectativas, deseos, límites y estados de ánimo al momento de la grabación: Hoy me siento algo tímida, así que si quieren tomar la iniciativa, adelante / Voy a pedir lo que me gusta, porque me encanta suplicar / La única cosa con la que no me siento muy cómodo hoy es con el sexo anal. Este porno no sólo nos muestra sexo placentero para quienes lo realizan y quienes miramos, sino que también pone en juego los deseos, las necesidades, los límites de cada une y lo fluctuantes que estos pueden ser. Entre muchas otras cosas, este porno nos enseña a apropiarnos de nuestros deseos y a erotizar el consenso.

Ahora bien, que sea ético es condición necesaria pero no suficiente para que nos guste. El porno que nos atrae es una reafirmación del sexo y sus formas infinitas, de lo abyecto, lo impresionante, de las fantasías, y también de la música, el movimiento, las texturas, la naturaleza, los sentidos, de todo lo que nos despierte calentura, curiosidad, interés, risa, susto, ganas de más. El porno se trata de conocer nuestros límites y de aceptar otros, de ampliar nuestros horizontes de placer, de reaccionar con nuestros cuerpos y, sobre todo, de conocernos con y a través de eso que vemos. Les adultes también podemos y tenemos mucho que (des)aprender del sexo. Y el porno, en esto, tiene una inmensa potencia transformadora.

Volviendo a Viena, fueron cinco días de una amplia programación de películas y eventos en torno a lo pornográfico. Y esto, a diferencia de otras veces, no fue en una habitación, sino en una sala de cine: sentadas en butacas, vestidas, rodeadas de gente. Para nosotras fue una novedad, y estuvo bueno ver lo diverso de cada experiencia: gente sola, parejas, grupos de amigues, algunes incluso comiendo pochoclos. Lo lindo de todo esto fue la naturalidad con la que compartimos ese espacio que suele estar tan limitado a lo privado, y el intercambio de opiniones que venía después. Tuvimos infinitas charlas, cerveza mediante, acerca de nuestras preferencias, no sólo en relación al porno sino al sexo en general, a nuestras búsquedas, inquietudes, deseos. Y empezando por ahí, hicimos grandes amigues con quienes compartimos horas largas, y de quienes nunca llegamos a saber de qué trabajaban o con quiénes vivían.

Vimos cuerpos bañados en miel, vimos un torno moldeando cerámica y nos calentamos, vimos frutas y plantas mezcladas con cuerpos, vimos la reescritura de un cuento de hadas, vimos sexo hétero, queer, sexo con cámaras; vimos la historia de una masturbación imposible pero deseada con un cactus -¿deseada porque imposible?-, la piel acercarse hasta rozar milimétricamente sus púas, gritamos, suspiramos, cerramos los ojos y el culo de dolor, los abrimos sin pestañear para seguir mirando, pasamos sed y hambre durante horas frente a la pantalla, escribimos impresiones a oscuras y se nos hizo de noche una y otra vez sin percibirlo.

Del Festival nos trajimos nuevas preguntas e interlocutores con quienes seguir pensando el porno, y la certeza de que faltan espacios para hablar de estos temas abiertamente, sin prejuicio, vergüenza o incomodidad. Creemos necesario encarar la pornografía con la responsabilidad que requiere, y agarrar con las dos manos esta herramienta de placer y transformación. Sobre la ciudad no tenemos tanto para decir, porque no llegamos a recorrerla mucho, pero acá algunas cositas para recomendar de este viaje:

Asfixia –Bedtime stories–, Noel Alejandro [España]
Autoprazer Ciclo y Autoprazer árida, EdiyPorn [Brasil]
EEG Orgy, Almond Linden [Alemania]
Honeydew, Vesperal [Francia]
Moondark, Marcus Quillan [Reino Unido]
Morgana, Isabel Peppard / Josie Hess [Australia]
Perestroika, Sascha-Alexandra Zaitseva / Lars Kollros [Austria]
Progressive touch, Michael Portnoy [EE.UU]
The Camera and I, Shine Louise Houston [EE.UU]
The grapefruit technique, Ivan Sobris [Francia]
Urban Smut, Theo Meow / Katy Bit / Finn Peaks / Jô Pollux / Candy Flip [Alemania]

Foto: Perestroika, Sascha-Alexandra Zaitseva / Lars Kollros [Austria]